lunes, 7 de enero de 2008

PORQUE PERMANECEN ALEJADOS

¿Por qué permanecen alejados?

¿Si un día Jesús hablara en voz alta desde el tabernáculo de alguna Capilla Católica del centro de la ciudad, qué diría? ¿Sería una voz ensordecedora como un trueno, de modo que todos la escuchen? Muy probablemente sería una voz apenas audible debido al dolor en Su Corazón y a las lágrimas en sus ojos. ¿Qué tipo de dolor podría hacer llorar a Dios? ¿Qué dolor sería tan profundo que su poder mismo no podría aliviar? ¿Quién en el mundo podría ser tan precioso para Él que su corazón anhelante añora verlo? ¿Qué voz anhela escuchar? ¿Qué pasos espera escuchar algún día?

¿Quién es esta persona que Jesús busca a cada momento del día, aquella figura familiar? ¿Quién puede ser esta persona tan especial?
Es acaso aquella persona que se excusa diciendo: “no necesito ir a la Iglesia. Guardo los Mandamientos (excepto desde luego aquél que dice “Santificar las fiestas”) Veo que la gente va a la Iglesia cada domingo y luego mienten y engañan toda la semana. “¡Qué inteligente decepción!” Nos hace sentir tan justificados, tan buenos sin la ayuda de Dios, tan perfectos, tan contentos de no “ser como el resto de los hombres”. Qué rápido nos olvidamos que Dios ama cada alma como si nadie más existiera. Él creó cada alma con el mayor cuidado, cuida de cada una de ellas protegiéndolas y guiándolas, trayéndoles bien de cada pequeño mal que les acontece. Y un día, cuando la llame para ver lo que hizo con tantos regalos, ésta se encontrará sola frente a su Creador, mostrando el fruto que ha dado, sin excusas, quejas, sin argumentos. Dios y el alma absolutamente sola ¿En qué se diferenciarán entonces la hipocresía, el engaño de nuestras acciones? Aquella alma individual mirará a Jesús y comprenderá cuánto Él la amó durante su vida. ¿No deseará acaso con arrepentimiento, haber adorado mucho más a aquel Señor que la amó con tanto cariño? Ahora entiende que ir a Misa cada domingo prepara su alma para ese encuentro personal. La Misa hace esto de forma silenciosa mientras el alma escucha la Palabra, se arrodilla al pie de la Cruz para ser tocada por una gota purificadora de su preciosa sangre, compartiendo su Cuerpo y su Sangre como alimento para las batallas de la semana que viene y alabando su Misericordia mientras su bendición le da la paz. Así es, nuestras almas son fortalecidas cada domingo para poder hacerlas capaz de ver la Gloria en Su Presencia Majestuosa en el momento de la muerte. Aquel momento no debería encontrarnos sin estar preparados. Qué importante es asistir a aquel sacrificio, arrepentirnos de nuestros pecados, adorar su Divinidad, en la Hostia, agradecerle por su Bondad. ¡Qué triste es el alma que piensa que no necesita estas cosas tan buenas!
Pasaje Bíblico
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. (Jn 6, 53)
Quizás existe otra alma que Jesús busca. ¿Es quizás aquella que dice haber abandonado la Iglesia porque no cree en la Confesión? Aquella que dice que no le confesará sus pecados a un hombre, a otro pecador como él. Pero ¿es esto verdad? ¿Cuánta gente, amigos y extraños han visto ya tus pecados? Personas a las que les has contado cosas tuyas, vecinos, parientes, han visto tus debilidades. Tu familia a menudo sufre por aquellas debilidades. Y son ellos los que se supone deben perdonarte “setenta veces siete” ¿pero lo hacen? ¿Y cuándo realmente te perdonan, te queda acaso aquella paz mental y de corazón que te hace sentir amado nuevamente por aquellos que ofendiste? ¿Estás seguro de que no queda ya resentimiento en sus corazones? ¿Acaso perdonan y olvidan? ¿Y por sobre todo, cómo haces para obtener la fuerza para seguir tu lucha por ser cada vez más bueno? ¿Si no estás seguro del perdón de la gente que puedes ver, cómo puedes estar seguro del perdón de Dios a quien no ves? ¿Cuánto más necesita el hombre la seguridad de su perdón? ¡Cuánto más necesita su gracia para hacerlo mejor la próxima vez! Cuanto más necesita oír con sus oídos físicos que Dios realmente lo ha perdonado. Cuánto necesita la paz y la alegría que vienen de aquellas palabras: “Yo te absuelvo de todos tus pecados”. Sí, un sacerdote ordenado, con el poder dado por Dios, perdona, no en su propio nombre, sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Independientemente de su condición de pecador, la fuente del poder que está en su interior viene directamente de Dios, El trono de piedad infinita! Dios que nos hizo se inclina ante nuestras limitaciones. Ya que pecamos con nuestros sentidos, con nuestra mente y con el corazón, es a través de nuestros sentidos, nuestra mente y nuestro corazón que su perdón fluye como agua dulce y pura. Oímos las palabras de perdón y nuestros sentidos se quedan tranquilos. Nos sentimos limpios y nuestros corazones son fortalecidos, nuestras mentes son vaciadas de resentimientos y de miedos y estamos en la paz. Que equivocados estamos al pensar que no necesitamos un signo externo de perdón que venga de Dios por medio de su sacerdote. Tendremos que decir algún día incluso bajo la luz de la eternidad: “Realmente era Dios y no lo sabíamos”.
Pasaje Bíblico
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. (Jn 20, 21-23)
Quien puede medir las profundidades del deseo en el corazón de Jesús mientras espera aquella alma especial que se alejó de Él debido al escándalo. No es acaso dolor doble para su Corazón? Aquellos a quien Él mostró un amor especial, llamándolos al sacerdocio o a la vida religiosa sucumben al mundo, violan sus votos, desdeñan la vida espiritual y se quedan inmersos en la autocompasión. ¿Son causa de escándalo? Sí. ¿Tienen una razón para el escándalo? No. Si un alma permite que la vida de otros influya en su propia conducta y en su amor por Dios, entonces no es más que “una caña sacudida por el viento”. La voluntad de aquella alma es tan débil como la de aquellos que le causaron aquel escándalo. El grado de degradación puede ser diferente, pero la tibieza es la misma. El alma sucumbe al mal ejemplo cuando piensa sólo en sí. No amaba a Dios sino que le gustaba la seguridad que encontraba en hombres y mujeres fervientes, religiosos. Cuando aquella seguridad se fue, el alma se cayó, le habían quitado la muleta. No poseía a Dios que la salvaba sino sólo un ídolo con pies de barro. Esto no es difícil de verificar porque quien realmente ama no está preocupado de sus propios sentimientos, sino de los sentimientos de aquél a quien ama. Cuando un alma ferviente ve que hay bajas en las filas del Ejército de Dios, sangra por Jesús. Procura suplirlo con más oración, más amor, más reverencia ante los sacramentos, y una vida espiritual más profunda.
Esta alma tiene suficiente conocimiento de sí como para entender que si no fuera por la gracia de Dios, ella podría y lo haría peor en circunstancias similares. Sí. Cuando alguien que amamos es aplastado profundamente bajo la carga de la decepción, no seguimos incrementando aquella carga. No agregamos más dolor al dolor, no agregamos tibieza a la tibieza. Por el contrario, luchamos para consolar al corazón quebrantado con la amistad y el amor. Luchamos para recuperar al herido aplicándole el ungüento de la oración y los vendajes de la compasión. Infligirnos heridas en nosotros mismos porque otros se han herido es una locura.
Jesús ha prometido estar con los que lo aman todos los días de sus vidas. Él no nos deja huérfanos. El Pastor Divino de Almas nunca abandona su oveja expuesta a los lobos. Esta es la razón por la cual la Misa, nuestra fuente de santidad, es totalmente independiente de la santidad de que quien la celebra. Si un sacerdote tiene la desgracia de ser una fuente de escándalo, aquella persona sentada en el banco de la iglesia no es privada de ninguna gracia ¡Jesús obedece la orden de un sacerdote indigno y cambia el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre! ¡Qué humildad y amor! Que tristeza si algún alma falla para consolar Su Corazón que sangra. ¿Por qué infligimos dolor al dolor y lo llamamos justicia? ¿Acaso creemos que el milagro de la Misa están en las manos de los hombres? ¿Pensamos acaso que su amor por nosotros está “encendido” y “apagado” según la disposición de sus criaturas? Su amor por cada alma es tan grande que ni todo el pecado ni todos los pecadores del mundo podrían interferir con él. Sí. Sufrirá el ver que un mal sacerdote nos va a dar su Cuerpo y Sangre. Soportará los pecados de un hijo débil para levantar su Mano en la absolución para perdonar nuestros pecados. ¿Por qué no estás allí para recibirlo?
Pasaje Bíblico
“No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; y a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza, como hermanas.” (Tim 5, 1-2)
¿Es posible que Él esté buscando para aquél a quien le ha dado una experiencia de su Amor, un carisma, un nuevo conocimiento de Él? ¿Cómo puede ser que quien recibe varios regalos se olvide del donante y siga buscando recibir más regalos? ¿Existe la posibilidad de que aquellos a quienes Él les ha dado el vino de la consolación espiritual se hayan vuelto alcohólicos espirituales? ¡Es una afirmación áspera, pero que puede pensar alguien cuando ve que quienes encuentran a Jesús, abandonan Su Presencia en la Eucaristía, Su Iglesia y Sus Sacramentos, para perseguir un encuentro emocional donde la cruz se vuelve un absurdo y el sufrimiento un obstáculo!
Excusarlos afirmando que no tienen una guía espiritual y que no son alimentados espiritualmente es un insulto a Dios. ¿Es posible que un Dios que se humilla convirtiéndose en un hostia para ser nuestro alimento no sea suficiente? ¿O es que perdieron su fe mientras cantaban sus himnos de alabanza al nuevo Jesús que habían encontrado? ¿Quien puede decir que el sacrificio del calvario no es suficiente para alimentar nuestras almas? ¿El calvario no es un lugar fácil, pero no experimentamos también la Resurrección en la Comunión? Sí. La Misa es una proclamación realista de Su Muerte y Su Resurrección para que nuestras vidas diarias puedan estar en armonía perfecta con la suya. Ningún sermón, no importa cuan elocuente sea, ninguna experiencia emocional, ningún carisma o don pueden compararse con la gracia que recibimos en una Misa o al recibir la Santa Comunión. Uno realmente se maravilla y se pregunta ¿qué tipo de espíritu puede apartar al alma de Jesús, de su Madre, de sus Sacramentos, y de su Iglesia? ¿Qué experiencia es peor que la de perder todas estas cosas?
Pasaje Bíblico
“Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. En cambio, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quieren oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que pondrá atención a toda clase de cuentos.” (2 Tim 4, 3-5)
De todas aquellas almas que Jesús busca, quizás las más difícil de alcanzar sea aquella que es tibia. La Misa es algo que está dado por sentado. No es ferviente durante la Misa y su conciencia tampoco lo molesta cuando no está presente. Nunca hace nada tan malo como para remover su conciencia, por lo que apenas busca la misericordia de Dios. Nunca siente el vacío que existe en su corazón que grita a Dios por ayuda. Su vida está llena de pecados de omisión — de cosas buenas que él nunca hace — de faltas que nunca vence. Su alma se siente cómoda y satisfecha y debido a esto nunca busca a Dios salvo cuando es una obligación estricta y siempre sin superar el mínimo. Confunde la serenidad con algunas ilusiones espirituales. Si fuera frío y duro de corazón, al menos podría atisbar una comparación entre él y Dios, pero como es su alma no tiene a nadie con quien compararse. Tiene toda la gracia que desea, no se preocupa por aumentarla, tampoco se preocupa de que disminuya. Sus rezos no tienen fervor, su arrepentimiento es superficial. Para él, una iglesia es tan buena como la otra, toda fe es la misma, toda doctrina es verdadera. En su mente todos los hombres adoran a un mismo Dios, entonces importa poco cómo se haga, cuándo o dónde. Ya que el concepto de cielo es un poco incompleto y su idea de infierno insegura, se esfuerza por ser ni bueno, ni malo. ¿Podemos estar seguros de que Dios lo buscará, lo perseguirá e intentará inspirarlo, pero nos queda la pregunta, querrá aquella alma ser atrapada por Él?
Pasaje Bíblico
“Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que no me obedeces del todo, sino sólo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras! Pero como sólo me obedeces un poco, te rechazaré por completo. Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no necesitas de nada. Pero no te das cuenta de que eres un desdichado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro refinado en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Sólo así podrás ver. Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por eso, vuélvete a Dios y obedécelo completamente. Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.” (Ap 3, 15-20)
En contraste drástico con aquella alma tibia, existe una que Jesús busca con gran anhelo, aquella que está separada de Su Iglesia y de Sus Sacramentos por una razón u otra. A menudo hay un anhelo también en esta alma, muchas ganas de recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, de arrodillarse y oír aquellas palabras de absolución, pero circunstancias, errores pasados y situaciones que no pueden ser cambiadas, atrapan al alma en una “tierra de nadie”, que anhela, desea, a veces rebelde, otras veces resentida. A veces es sólo una falta de coraje y de confianza en Su Providencia; una falta de determinación de preferir a Jesús sobre todas las cosas que mantiene al alma en un estado de pecado. ¿Qué bienestar puede compararse a la agonía de mente y de corazón que sufre aquella alma? Existen almas partidas en dos por sus propias debilidades y por circunstancias que los atrapan en un círculo vicioso. Estas almas deben recordar que aunque su amor por Dios sea débil, según se hayan preferido a sí mismas, todavía conservan la Fe y la Esperanza. Deben seguir rezando y confiar en que de algún modo Dios les ayudará. Pueden ir a visitar a Jesús en el don del Santísimo Sacramento en sus Iglesias y pedir el coraje para hacer las cosas que pueden y deben hacer. Deben sentarse en el Trono de Amor y Piedad y colocarse a sus pies, para que la brecha entre ellos pueda empezar a ser curada y reestablecida. Que se arrodillen en el calvario durante la Misa y coloquen sus corazones quebrados sobre la patena mientras esperan el día en que otra vez les sea permitido recibir aquél Cuerpo Divino y aquella Sangre de Jesús.
Pasaje Bíblico
“Ustedes viven siempre angustiados; siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar” (Mate. 11:28)
Existen otras almas que el Corazón de Jesús anhela y son aquellas que están presentes cada domingo pero cuyos corazones están llenos de cólera y resentimiento. Algunas de estas almas quieren destruir todo lo que eran y comenzar de nuevo, mientras otras desean mudarse y nunca cambiar en absoluto. Unos han perdido la fe y asisten Misa por respetos humanos o por satisfacer a sus seres queridos. Algunos procuran destruir la Verdad, abogando por verdades a medias, mientras otros rechazan la Luz nueva sobre las verdades viejas. En general, ¿Cuántos asisten para estar al pie de la Cruz? ¿Cuántos procuran alabarlo y agradecerle por Su Presencia Eucarística? ¿Cuántos piensan en Él, lo aman y están allí solamente por su mismísimo Honor y Gloria? ¿Cuánto ofrecen sus vidas por la salvación de su prójimo? ¿Cuántos dicen “te amo Jesús, anhelo tu Presencia en la Sagrada Comunión, quisiera ser como tú en mi vida diaria, ayúdame, Jesús, a dar mi vida, mis talentos, mi tiempo y mi amor a mi prójimo tal como tú lo hiciste y lo sigues haciendo en la Eucaristía?
¿Alguno de nosotros piensa en la frente sangrienta de Jesús mientras anda por su propio camino? ¿Realmente trabajamos para su gloria cuándo desgarramos su Iglesia por la mitad? Permanezcamos unidos, olvidemos nuestras diferencias, dejemos las armas y levantemos nuestros brazos en una oración de súplica. Construyamos la Iglesia y no la destruyamos. Démosle al Señor la alegría de ver que sus pequeños tienen un solo corazón y una sola alma.

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