lunes, 7 de enero de 2008

PORQUE PERMANECEN ALEJADOS

¿Por qué permanecen alejados?

¿Si un día Jesús hablara en voz alta desde el tabernáculo de alguna Capilla Católica del centro de la ciudad, qué diría? ¿Sería una voz ensordecedora como un trueno, de modo que todos la escuchen? Muy probablemente sería una voz apenas audible debido al dolor en Su Corazón y a las lágrimas en sus ojos. ¿Qué tipo de dolor podría hacer llorar a Dios? ¿Qué dolor sería tan profundo que su poder mismo no podría aliviar? ¿Quién en el mundo podría ser tan precioso para Él que su corazón anhelante añora verlo? ¿Qué voz anhela escuchar? ¿Qué pasos espera escuchar algún día?

¿Quién es esta persona que Jesús busca a cada momento del día, aquella figura familiar? ¿Quién puede ser esta persona tan especial?
Es acaso aquella persona que se excusa diciendo: “no necesito ir a la Iglesia. Guardo los Mandamientos (excepto desde luego aquél que dice “Santificar las fiestas”) Veo que la gente va a la Iglesia cada domingo y luego mienten y engañan toda la semana. “¡Qué inteligente decepción!” Nos hace sentir tan justificados, tan buenos sin la ayuda de Dios, tan perfectos, tan contentos de no “ser como el resto de los hombres”. Qué rápido nos olvidamos que Dios ama cada alma como si nadie más existiera. Él creó cada alma con el mayor cuidado, cuida de cada una de ellas protegiéndolas y guiándolas, trayéndoles bien de cada pequeño mal que les acontece. Y un día, cuando la llame para ver lo que hizo con tantos regalos, ésta se encontrará sola frente a su Creador, mostrando el fruto que ha dado, sin excusas, quejas, sin argumentos. Dios y el alma absolutamente sola ¿En qué se diferenciarán entonces la hipocresía, el engaño de nuestras acciones? Aquella alma individual mirará a Jesús y comprenderá cuánto Él la amó durante su vida. ¿No deseará acaso con arrepentimiento, haber adorado mucho más a aquel Señor que la amó con tanto cariño? Ahora entiende que ir a Misa cada domingo prepara su alma para ese encuentro personal. La Misa hace esto de forma silenciosa mientras el alma escucha la Palabra, se arrodilla al pie de la Cruz para ser tocada por una gota purificadora de su preciosa sangre, compartiendo su Cuerpo y su Sangre como alimento para las batallas de la semana que viene y alabando su Misericordia mientras su bendición le da la paz. Así es, nuestras almas son fortalecidas cada domingo para poder hacerlas capaz de ver la Gloria en Su Presencia Majestuosa en el momento de la muerte. Aquel momento no debería encontrarnos sin estar preparados. Qué importante es asistir a aquel sacrificio, arrepentirnos de nuestros pecados, adorar su Divinidad, en la Hostia, agradecerle por su Bondad. ¡Qué triste es el alma que piensa que no necesita estas cosas tan buenas!
Pasaje Bíblico
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. (Jn 6, 53)
Quizás existe otra alma que Jesús busca. ¿Es quizás aquella que dice haber abandonado la Iglesia porque no cree en la Confesión? Aquella que dice que no le confesará sus pecados a un hombre, a otro pecador como él. Pero ¿es esto verdad? ¿Cuánta gente, amigos y extraños han visto ya tus pecados? Personas a las que les has contado cosas tuyas, vecinos, parientes, han visto tus debilidades. Tu familia a menudo sufre por aquellas debilidades. Y son ellos los que se supone deben perdonarte “setenta veces siete” ¿pero lo hacen? ¿Y cuándo realmente te perdonan, te queda acaso aquella paz mental y de corazón que te hace sentir amado nuevamente por aquellos que ofendiste? ¿Estás seguro de que no queda ya resentimiento en sus corazones? ¿Acaso perdonan y olvidan? ¿Y por sobre todo, cómo haces para obtener la fuerza para seguir tu lucha por ser cada vez más bueno? ¿Si no estás seguro del perdón de la gente que puedes ver, cómo puedes estar seguro del perdón de Dios a quien no ves? ¿Cuánto más necesita el hombre la seguridad de su perdón? ¡Cuánto más necesita su gracia para hacerlo mejor la próxima vez! Cuanto más necesita oír con sus oídos físicos que Dios realmente lo ha perdonado. Cuánto necesita la paz y la alegría que vienen de aquellas palabras: “Yo te absuelvo de todos tus pecados”. Sí, un sacerdote ordenado, con el poder dado por Dios, perdona, no en su propio nombre, sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Independientemente de su condición de pecador, la fuente del poder que está en su interior viene directamente de Dios, El trono de piedad infinita! Dios que nos hizo se inclina ante nuestras limitaciones. Ya que pecamos con nuestros sentidos, con nuestra mente y con el corazón, es a través de nuestros sentidos, nuestra mente y nuestro corazón que su perdón fluye como agua dulce y pura. Oímos las palabras de perdón y nuestros sentidos se quedan tranquilos. Nos sentimos limpios y nuestros corazones son fortalecidos, nuestras mentes son vaciadas de resentimientos y de miedos y estamos en la paz. Que equivocados estamos al pensar que no necesitamos un signo externo de perdón que venga de Dios por medio de su sacerdote. Tendremos que decir algún día incluso bajo la luz de la eternidad: “Realmente era Dios y no lo sabíamos”.
Pasaje Bíblico
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. (Jn 20, 21-23)
Quien puede medir las profundidades del deseo en el corazón de Jesús mientras espera aquella alma especial que se alejó de Él debido al escándalo. No es acaso dolor doble para su Corazón? Aquellos a quien Él mostró un amor especial, llamándolos al sacerdocio o a la vida religiosa sucumben al mundo, violan sus votos, desdeñan la vida espiritual y se quedan inmersos en la autocompasión. ¿Son causa de escándalo? Sí. ¿Tienen una razón para el escándalo? No. Si un alma permite que la vida de otros influya en su propia conducta y en su amor por Dios, entonces no es más que “una caña sacudida por el viento”. La voluntad de aquella alma es tan débil como la de aquellos que le causaron aquel escándalo. El grado de degradación puede ser diferente, pero la tibieza es la misma. El alma sucumbe al mal ejemplo cuando piensa sólo en sí. No amaba a Dios sino que le gustaba la seguridad que encontraba en hombres y mujeres fervientes, religiosos. Cuando aquella seguridad se fue, el alma se cayó, le habían quitado la muleta. No poseía a Dios que la salvaba sino sólo un ídolo con pies de barro. Esto no es difícil de verificar porque quien realmente ama no está preocupado de sus propios sentimientos, sino de los sentimientos de aquél a quien ama. Cuando un alma ferviente ve que hay bajas en las filas del Ejército de Dios, sangra por Jesús. Procura suplirlo con más oración, más amor, más reverencia ante los sacramentos, y una vida espiritual más profunda.
Esta alma tiene suficiente conocimiento de sí como para entender que si no fuera por la gracia de Dios, ella podría y lo haría peor en circunstancias similares. Sí. Cuando alguien que amamos es aplastado profundamente bajo la carga de la decepción, no seguimos incrementando aquella carga. No agregamos más dolor al dolor, no agregamos tibieza a la tibieza. Por el contrario, luchamos para consolar al corazón quebrantado con la amistad y el amor. Luchamos para recuperar al herido aplicándole el ungüento de la oración y los vendajes de la compasión. Infligirnos heridas en nosotros mismos porque otros se han herido es una locura.
Jesús ha prometido estar con los que lo aman todos los días de sus vidas. Él no nos deja huérfanos. El Pastor Divino de Almas nunca abandona su oveja expuesta a los lobos. Esta es la razón por la cual la Misa, nuestra fuente de santidad, es totalmente independiente de la santidad de que quien la celebra. Si un sacerdote tiene la desgracia de ser una fuente de escándalo, aquella persona sentada en el banco de la iglesia no es privada de ninguna gracia ¡Jesús obedece la orden de un sacerdote indigno y cambia el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre! ¡Qué humildad y amor! Que tristeza si algún alma falla para consolar Su Corazón que sangra. ¿Por qué infligimos dolor al dolor y lo llamamos justicia? ¿Acaso creemos que el milagro de la Misa están en las manos de los hombres? ¿Pensamos acaso que su amor por nosotros está “encendido” y “apagado” según la disposición de sus criaturas? Su amor por cada alma es tan grande que ni todo el pecado ni todos los pecadores del mundo podrían interferir con él. Sí. Sufrirá el ver que un mal sacerdote nos va a dar su Cuerpo y Sangre. Soportará los pecados de un hijo débil para levantar su Mano en la absolución para perdonar nuestros pecados. ¿Por qué no estás allí para recibirlo?
Pasaje Bíblico
“No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; y a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza, como hermanas.” (Tim 5, 1-2)
¿Es posible que Él esté buscando para aquél a quien le ha dado una experiencia de su Amor, un carisma, un nuevo conocimiento de Él? ¿Cómo puede ser que quien recibe varios regalos se olvide del donante y siga buscando recibir más regalos? ¿Existe la posibilidad de que aquellos a quienes Él les ha dado el vino de la consolación espiritual se hayan vuelto alcohólicos espirituales? ¡Es una afirmación áspera, pero que puede pensar alguien cuando ve que quienes encuentran a Jesús, abandonan Su Presencia en la Eucaristía, Su Iglesia y Sus Sacramentos, para perseguir un encuentro emocional donde la cruz se vuelve un absurdo y el sufrimiento un obstáculo!
Excusarlos afirmando que no tienen una guía espiritual y que no son alimentados espiritualmente es un insulto a Dios. ¿Es posible que un Dios que se humilla convirtiéndose en un hostia para ser nuestro alimento no sea suficiente? ¿O es que perdieron su fe mientras cantaban sus himnos de alabanza al nuevo Jesús que habían encontrado? ¿Quien puede decir que el sacrificio del calvario no es suficiente para alimentar nuestras almas? ¿El calvario no es un lugar fácil, pero no experimentamos también la Resurrección en la Comunión? Sí. La Misa es una proclamación realista de Su Muerte y Su Resurrección para que nuestras vidas diarias puedan estar en armonía perfecta con la suya. Ningún sermón, no importa cuan elocuente sea, ninguna experiencia emocional, ningún carisma o don pueden compararse con la gracia que recibimos en una Misa o al recibir la Santa Comunión. Uno realmente se maravilla y se pregunta ¿qué tipo de espíritu puede apartar al alma de Jesús, de su Madre, de sus Sacramentos, y de su Iglesia? ¿Qué experiencia es peor que la de perder todas estas cosas?
Pasaje Bíblico
“Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. En cambio, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quieren oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que pondrá atención a toda clase de cuentos.” (2 Tim 4, 3-5)
De todas aquellas almas que Jesús busca, quizás las más difícil de alcanzar sea aquella que es tibia. La Misa es algo que está dado por sentado. No es ferviente durante la Misa y su conciencia tampoco lo molesta cuando no está presente. Nunca hace nada tan malo como para remover su conciencia, por lo que apenas busca la misericordia de Dios. Nunca siente el vacío que existe en su corazón que grita a Dios por ayuda. Su vida está llena de pecados de omisión — de cosas buenas que él nunca hace — de faltas que nunca vence. Su alma se siente cómoda y satisfecha y debido a esto nunca busca a Dios salvo cuando es una obligación estricta y siempre sin superar el mínimo. Confunde la serenidad con algunas ilusiones espirituales. Si fuera frío y duro de corazón, al menos podría atisbar una comparación entre él y Dios, pero como es su alma no tiene a nadie con quien compararse. Tiene toda la gracia que desea, no se preocupa por aumentarla, tampoco se preocupa de que disminuya. Sus rezos no tienen fervor, su arrepentimiento es superficial. Para él, una iglesia es tan buena como la otra, toda fe es la misma, toda doctrina es verdadera. En su mente todos los hombres adoran a un mismo Dios, entonces importa poco cómo se haga, cuándo o dónde. Ya que el concepto de cielo es un poco incompleto y su idea de infierno insegura, se esfuerza por ser ni bueno, ni malo. ¿Podemos estar seguros de que Dios lo buscará, lo perseguirá e intentará inspirarlo, pero nos queda la pregunta, querrá aquella alma ser atrapada por Él?
Pasaje Bíblico
“Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que no me obedeces del todo, sino sólo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras! Pero como sólo me obedeces un poco, te rechazaré por completo. Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no necesitas de nada. Pero no te das cuenta de que eres un desdichado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro refinado en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Sólo así podrás ver. Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por eso, vuélvete a Dios y obedécelo completamente. Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.” (Ap 3, 15-20)
En contraste drástico con aquella alma tibia, existe una que Jesús busca con gran anhelo, aquella que está separada de Su Iglesia y de Sus Sacramentos por una razón u otra. A menudo hay un anhelo también en esta alma, muchas ganas de recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, de arrodillarse y oír aquellas palabras de absolución, pero circunstancias, errores pasados y situaciones que no pueden ser cambiadas, atrapan al alma en una “tierra de nadie”, que anhela, desea, a veces rebelde, otras veces resentida. A veces es sólo una falta de coraje y de confianza en Su Providencia; una falta de determinación de preferir a Jesús sobre todas las cosas que mantiene al alma en un estado de pecado. ¿Qué bienestar puede compararse a la agonía de mente y de corazón que sufre aquella alma? Existen almas partidas en dos por sus propias debilidades y por circunstancias que los atrapan en un círculo vicioso. Estas almas deben recordar que aunque su amor por Dios sea débil, según se hayan preferido a sí mismas, todavía conservan la Fe y la Esperanza. Deben seguir rezando y confiar en que de algún modo Dios les ayudará. Pueden ir a visitar a Jesús en el don del Santísimo Sacramento en sus Iglesias y pedir el coraje para hacer las cosas que pueden y deben hacer. Deben sentarse en el Trono de Amor y Piedad y colocarse a sus pies, para que la brecha entre ellos pueda empezar a ser curada y reestablecida. Que se arrodillen en el calvario durante la Misa y coloquen sus corazones quebrados sobre la patena mientras esperan el día en que otra vez les sea permitido recibir aquél Cuerpo Divino y aquella Sangre de Jesús.
Pasaje Bíblico
“Ustedes viven siempre angustiados; siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar” (Mate. 11:28)
Existen otras almas que el Corazón de Jesús anhela y son aquellas que están presentes cada domingo pero cuyos corazones están llenos de cólera y resentimiento. Algunas de estas almas quieren destruir todo lo que eran y comenzar de nuevo, mientras otras desean mudarse y nunca cambiar en absoluto. Unos han perdido la fe y asisten Misa por respetos humanos o por satisfacer a sus seres queridos. Algunos procuran destruir la Verdad, abogando por verdades a medias, mientras otros rechazan la Luz nueva sobre las verdades viejas. En general, ¿Cuántos asisten para estar al pie de la Cruz? ¿Cuántos procuran alabarlo y agradecerle por Su Presencia Eucarística? ¿Cuántos piensan en Él, lo aman y están allí solamente por su mismísimo Honor y Gloria? ¿Cuánto ofrecen sus vidas por la salvación de su prójimo? ¿Cuántos dicen “te amo Jesús, anhelo tu Presencia en la Sagrada Comunión, quisiera ser como tú en mi vida diaria, ayúdame, Jesús, a dar mi vida, mis talentos, mi tiempo y mi amor a mi prójimo tal como tú lo hiciste y lo sigues haciendo en la Eucaristía?
¿Alguno de nosotros piensa en la frente sangrienta de Jesús mientras anda por su propio camino? ¿Realmente trabajamos para su gloria cuándo desgarramos su Iglesia por la mitad? Permanezcamos unidos, olvidemos nuestras diferencias, dejemos las armas y levantemos nuestros brazos en una oración de súplica. Construyamos la Iglesia y no la destruyamos. Démosle al Señor la alegría de ver que sus pequeños tienen un solo corazón y una sola alma.

PORQUE PERMANECEN ALEJADOS

¿Por qué permanecen alejados?

¿Si un día Jesús hablara en voz alta desde el tabernáculo de alguna Capilla Católica del centro de la ciudad, qué diría? ¿Sería una voz ensordecedora como un trueno, de modo que todos la escuchen? Muy probablemente sería una voz apenas audible debido al dolor en Su Corazón y a las lágrimas en sus ojos. ¿Qué tipo de dolor podría hacer llorar a Dios? ¿Qué dolor sería tan profundo que su poder mismo no podría aliviar? ¿Quién en el mundo podría ser tan precioso para Él que su corazón anhelante añora verlo? ¿Qué voz anhela escuchar? ¿Qué pasos espera escuchar algún día?

¿Quién es esta persona que Jesús busca a cada momento del día, aquella figura familiar? ¿Quién puede ser esta persona tan especial?
Es acaso aquella persona que se excusa diciendo: “no necesito ir a la Iglesia. Guardo los Mandamientos (excepto desde luego aquél que dice “Santificar las fiestas”) Veo que la gente va a la Iglesia cada domingo y luego mienten y engañan toda la semana. “¡Qué inteligente decepción!” Nos hace sentir tan justificados, tan buenos sin la ayuda de Dios, tan perfectos, tan contentos de no “ser como el resto de los hombres”. Qué rápido nos olvidamos que Dios ama cada alma como si nadie más existiera. Él creó cada alma con el mayor cuidado, cuida de cada una de ellas protegiéndolas y guiándolas, trayéndoles bien de cada pequeño mal que les acontece. Y un día, cuando la llame para ver lo que hizo con tantos regalos, ésta se encontrará sola frente a su Creador, mostrando el fruto que ha dado, sin excusas, quejas, sin argumentos. Dios y el alma absolutamente sola ¿En qué se diferenciarán entonces la hipocresía, el engaño de nuestras acciones? Aquella alma individual mirará a Jesús y comprenderá cuánto Él la amó durante su vida. ¿No deseará acaso con arrepentimiento, haber adorado mucho más a aquel Señor que la amó con tanto cariño? Ahora entiende que ir a Misa cada domingo prepara su alma para ese encuentro personal. La Misa hace esto de forma silenciosa mientras el alma escucha la Palabra, se arrodilla al pie de la Cruz para ser tocada por una gota purificadora de su preciosa sangre, compartiendo su Cuerpo y su Sangre como alimento para las batallas de la semana que viene y alabando su Misericordia mientras su bendición le da la paz. Así es, nuestras almas son fortalecidas cada domingo para poder hacerlas capaz de ver la Gloria en Su Presencia Majestuosa en el momento de la muerte. Aquel momento no debería encontrarnos sin estar preparados. Qué importante es asistir a aquel sacrificio, arrepentirnos de nuestros pecados, adorar su Divinidad, en la Hostia, agradecerle por su Bondad. ¡Qué triste es el alma que piensa que no necesita estas cosas tan buenas!
Pasaje Bíblico
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. (Jn 6, 53)
Quizás existe otra alma que Jesús busca. ¿Es quizás aquella que dice haber abandonado la Iglesia porque no cree en la Confesión? Aquella que dice que no le confesará sus pecados a un hombre, a otro pecador como él. Pero ¿es esto verdad? ¿Cuánta gente, amigos y extraños han visto ya tus pecados? Personas a las que les has contado cosas tuyas, vecinos, parientes, han visto tus debilidades. Tu familia a menudo sufre por aquellas debilidades. Y son ellos los que se supone deben perdonarte “setenta veces siete” ¿pero lo hacen? ¿Y cuándo realmente te perdonan, te queda acaso aquella paz mental y de corazón que te hace sentir amado nuevamente por aquellos que ofendiste? ¿Estás seguro de que no queda ya resentimiento en sus corazones? ¿Acaso perdonan y olvidan? ¿Y por sobre todo, cómo haces para obtener la fuerza para seguir tu lucha por ser cada vez más bueno? ¿Si no estás seguro del perdón de la gente que puedes ver, cómo puedes estar seguro del perdón de Dios a quien no ves? ¿Cuánto más necesita el hombre la seguridad de su perdón? ¡Cuánto más necesita su gracia para hacerlo mejor la próxima vez! Cuanto más necesita oír con sus oídos físicos que Dios realmente lo ha perdonado. Cuánto necesita la paz y la alegría que vienen de aquellas palabras: “Yo te absuelvo de todos tus pecados”. Sí, un sacerdote ordenado, con el poder dado por Dios, perdona, no en su propio nombre, sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Independientemente de su condición de pecador, la fuente del poder que está en su interior viene directamente de Dios, El trono de piedad infinita! Dios que nos hizo se inclina ante nuestras limitaciones. Ya que pecamos con nuestros sentidos, con nuestra mente y con el corazón, es a través de nuestros sentidos, nuestra mente y nuestro corazón que su perdón fluye como agua dulce y pura. Oímos las palabras de perdón y nuestros sentidos se quedan tranquilos. Nos sentimos limpios y nuestros corazones son fortalecidos, nuestras mentes son vaciadas de resentimientos y de miedos y estamos en la paz. Que equivocados estamos al pensar que no necesitamos un signo externo de perdón que venga de Dios por medio de su sacerdote. Tendremos que decir algún día incluso bajo la luz de la eternidad: “Realmente era Dios y no lo sabíamos”.
Pasaje Bíblico
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. (Jn 20, 21-23)
Quien puede medir las profundidades del deseo en el corazón de Jesús mientras espera aquella alma especial que se alejó de Él debido al escándalo. No es acaso dolor doble para su Corazón? Aquellos a quien Él mostró un amor especial, llamándolos al sacerdocio o a la vida religiosa sucumben al mundo, violan sus votos, desdeñan la vida espiritual y se quedan inmersos en la autocompasión. ¿Son causa de escándalo? Sí. ¿Tienen una razón para el escándalo? No. Si un alma permite que la vida de otros influya en su propia conducta y en su amor por Dios, entonces no es más que “una caña sacudida por el viento”. La voluntad de aquella alma es tan débil como la de aquellos que le causaron aquel escándalo. El grado de degradación puede ser diferente, pero la tibieza es la misma. El alma sucumbe al mal ejemplo cuando piensa sólo en sí. No amaba a Dios sino que le gustaba la seguridad que encontraba en hombres y mujeres fervientes, religiosos. Cuando aquella seguridad se fue, el alma se cayó, le habían quitado la muleta. No poseía a Dios que la salvaba sino sólo un ídolo con pies de barro. Esto no es difícil de verificar porque quien realmente ama no está preocupado de sus propios sentimientos, sino de los sentimientos de aquél a quien ama. Cuando un alma ferviente ve que hay bajas en las filas del Ejército de Dios, sangra por Jesús. Procura suplirlo con más oración, más amor, más reverencia ante los sacramentos, y una vida espiritual más profunda.
Esta alma tiene suficiente conocimiento de sí como para entender que si no fuera por la gracia de Dios, ella podría y lo haría peor en circunstancias similares. Sí. Cuando alguien que amamos es aplastado profundamente bajo la carga de la decepción, no seguimos incrementando aquella carga. No agregamos más dolor al dolor, no agregamos tibieza a la tibieza. Por el contrario, luchamos para consolar al corazón quebrantado con la amistad y el amor. Luchamos para recuperar al herido aplicándole el ungüento de la oración y los vendajes de la compasión. Infligirnos heridas en nosotros mismos porque otros se han herido es una locura.
Jesús ha prometido estar con los que lo aman todos los días de sus vidas. Él no nos deja huérfanos. El Pastor Divino de Almas nunca abandona su oveja expuesta a los lobos. Esta es la razón por la cual la Misa, nuestra fuente de santidad, es totalmente independiente de la santidad de que quien la celebra. Si un sacerdote tiene la desgracia de ser una fuente de escándalo, aquella persona sentada en el banco de la iglesia no es privada de ninguna gracia ¡Jesús obedece la orden de un sacerdote indigno y cambia el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre! ¡Qué humildad y amor! Que tristeza si algún alma falla para consolar Su Corazón que sangra. ¿Por qué infligimos dolor al dolor y lo llamamos justicia? ¿Acaso creemos que el milagro de la Misa están en las manos de los hombres? ¿Pensamos acaso que su amor por nosotros está “encendido” y “apagado” según la disposición de sus criaturas? Su amor por cada alma es tan grande que ni todo el pecado ni todos los pecadores del mundo podrían interferir con él. Sí. Sufrirá el ver que un mal sacerdote nos va a dar su Cuerpo y Sangre. Soportará los pecados de un hijo débil para levantar su Mano en la absolución para perdonar nuestros pecados. ¿Por qué no estás allí para recibirlo?
Pasaje Bíblico
“No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; y a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza, como hermanas.” (Tim 5, 1-2)
¿Es posible que Él esté buscando para aquél a quien le ha dado una experiencia de su Amor, un carisma, un nuevo conocimiento de Él? ¿Cómo puede ser que quien recibe varios regalos se olvide del donante y siga buscando recibir más regalos? ¿Existe la posibilidad de que aquellos a quienes Él les ha dado el vino de la consolación espiritual se hayan vuelto alcohólicos espirituales? ¡Es una afirmación áspera, pero que puede pensar alguien cuando ve que quienes encuentran a Jesús, abandonan Su Presencia en la Eucaristía, Su Iglesia y Sus Sacramentos, para perseguir un encuentro emocional donde la cruz se vuelve un absurdo y el sufrimiento un obstáculo!
Excusarlos afirmando que no tienen una guía espiritual y que no son alimentados espiritualmente es un insulto a Dios. ¿Es posible que un Dios que se humilla convirtiéndose en un hostia para ser nuestro alimento no sea suficiente? ¿O es que perdieron su fe mientras cantaban sus himnos de alabanza al nuevo Jesús que habían encontrado? ¿Quien puede decir que el sacrificio del calvario no es suficiente para alimentar nuestras almas? ¿El calvario no es un lugar fácil, pero no experimentamos también la Resurrección en la Comunión? Sí. La Misa es una proclamación realista de Su Muerte y Su Resurrección para que nuestras vidas diarias puedan estar en armonía perfecta con la suya. Ningún sermón, no importa cuan elocuente sea, ninguna experiencia emocional, ningún carisma o don pueden compararse con la gracia que recibimos en una Misa o al recibir la Santa Comunión. Uno realmente se maravilla y se pregunta ¿qué tipo de espíritu puede apartar al alma de Jesús, de su Madre, de sus Sacramentos, y de su Iglesia? ¿Qué experiencia es peor que la de perder todas estas cosas?
Pasaje Bíblico
“Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. En cambio, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quieren oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que pondrá atención a toda clase de cuentos.” (2 Tim 4, 3-5)
De todas aquellas almas que Jesús busca, quizás las más difícil de alcanzar sea aquella que es tibia. La Misa es algo que está dado por sentado. No es ferviente durante la Misa y su conciencia tampoco lo molesta cuando no está presente. Nunca hace nada tan malo como para remover su conciencia, por lo que apenas busca la misericordia de Dios. Nunca siente el vacío que existe en su corazón que grita a Dios por ayuda. Su vida está llena de pecados de omisión — de cosas buenas que él nunca hace — de faltas que nunca vence. Su alma se siente cómoda y satisfecha y debido a esto nunca busca a Dios salvo cuando es una obligación estricta y siempre sin superar el mínimo. Confunde la serenidad con algunas ilusiones espirituales. Si fuera frío y duro de corazón, al menos podría atisbar una comparación entre él y Dios, pero como es su alma no tiene a nadie con quien compararse. Tiene toda la gracia que desea, no se preocupa por aumentarla, tampoco se preocupa de que disminuya. Sus rezos no tienen fervor, su arrepentimiento es superficial. Para él, una iglesia es tan buena como la otra, toda fe es la misma, toda doctrina es verdadera. En su mente todos los hombres adoran a un mismo Dios, entonces importa poco cómo se haga, cuándo o dónde. Ya que el concepto de cielo es un poco incompleto y su idea de infierno insegura, se esfuerza por ser ni bueno, ni malo. ¿Podemos estar seguros de que Dios lo buscará, lo perseguirá e intentará inspirarlo, pero nos queda la pregunta, querrá aquella alma ser atrapada por Él?
Pasaje Bíblico
“Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que no me obedeces del todo, sino sólo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras! Pero como sólo me obedeces un poco, te rechazaré por completo. Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no necesitas de nada. Pero no te das cuenta de que eres un desdichado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro refinado en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Sólo así podrás ver. Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por eso, vuélvete a Dios y obedécelo completamente. Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.” (Ap 3, 15-20)
En contraste drástico con aquella alma tibia, existe una que Jesús busca con gran anhelo, aquella que está separada de Su Iglesia y de Sus Sacramentos por una razón u otra. A menudo hay un anhelo también en esta alma, muchas ganas de recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, de arrodillarse y oír aquellas palabras de absolución, pero circunstancias, errores pasados y situaciones que no pueden ser cambiadas, atrapan al alma en una “tierra de nadie”, que anhela, desea, a veces rebelde, otras veces resentida. A veces es sólo una falta de coraje y de confianza en Su Providencia; una falta de determinación de preferir a Jesús sobre todas las cosas que mantiene al alma en un estado de pecado. ¿Qué bienestar puede compararse a la agonía de mente y de corazón que sufre aquella alma? Existen almas partidas en dos por sus propias debilidades y por circunstancias que los atrapan en un círculo vicioso. Estas almas deben recordar que aunque su amor por Dios sea débil, según se hayan preferido a sí mismas, todavía conservan la Fe y la Esperanza. Deben seguir rezando y confiar en que de algún modo Dios les ayudará. Pueden ir a visitar a Jesús en el don del Santísimo Sacramento en sus Iglesias y pedir el coraje para hacer las cosas que pueden y deben hacer. Deben sentarse en el Trono de Amor y Piedad y colocarse a sus pies, para que la brecha entre ellos pueda empezar a ser curada y reestablecida. Que se arrodillen en el calvario durante la Misa y coloquen sus corazones quebrados sobre la patena mientras esperan el día en que otra vez les sea permitido recibir aquél Cuerpo Divino y aquella Sangre de Jesús.
Pasaje Bíblico
“Ustedes viven siempre angustiados; siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar” (Mate. 11:28)
Existen otras almas que el Corazón de Jesús anhela y son aquellas que están presentes cada domingo pero cuyos corazones están llenos de cólera y resentimiento. Algunas de estas almas quieren destruir todo lo que eran y comenzar de nuevo, mientras otras desean mudarse y nunca cambiar en absoluto. Unos han perdido la fe y asisten Misa por respetos humanos o por satisfacer a sus seres queridos. Algunos procuran destruir la Verdad, abogando por verdades a medias, mientras otros rechazan la Luz nueva sobre las verdades viejas. En general, ¿Cuántos asisten para estar al pie de la Cruz? ¿Cuántos procuran alabarlo y agradecerle por Su Presencia Eucarística? ¿Cuántos piensan en Él, lo aman y están allí solamente por su mismísimo Honor y Gloria? ¿Cuánto ofrecen sus vidas por la salvación de su prójimo? ¿Cuántos dicen “te amo Jesús, anhelo tu Presencia en la Sagrada Comunión, quisiera ser como tú en mi vida diaria, ayúdame, Jesús, a dar mi vida, mis talentos, mi tiempo y mi amor a mi prójimo tal como tú lo hiciste y lo sigues haciendo en la Eucaristía?
¿Alguno de nosotros piensa en la frente sangrienta de Jesús mientras anda por su propio camino? ¿Realmente trabajamos para su gloria cuándo desgarramos su Iglesia por la mitad? Permanezcamos unidos, olvidemos nuestras diferencias, dejemos las armas y levantemos nuestros brazos en una oración de súplica. Construyamos la Iglesia y no la destruyamos. Démosle al Señor la alegría de ver que sus pequeños tienen un solo corazón y una sola alma.

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El me escogió para ser

El me escogió para ser

"Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía." (Jer 1, 5)
Nuestras mentes no pueden comprender cuán especial es cada alma para Dios. No entendemos la dignidad de ser elegidos por su Bondad para vivir, pensar, conocer, ver y amar.

No somos por casualidad — hemos sido elegidos por Dios para existir. Antes de que el tiempo comenzara, Dios nos escogió a cada uno y esta elección fue deliberada. Dios vio a todos los posibles seres humanos que podría crear a lo largo de la historia del mundo.

Sobre los posibles billones de seres humanos que pudieran existir en la mente de Dios — su Ojo se fijó en cada uno de nosotros y entonces se detuvo y dijo," Tú serás." Vio a todos los que podrían haber sido y decidió que no serían. Su providencia nos puso en un tiempo y estado de vida que pudiera extraer nuestro mayor potencial.

Nos dio a cada uno talentos especiales, dones y virtudes naturales, destinados todos ellos hacia un conocimiento más profundo de Él mismo. Incluso aquéllos cuyas circunstancias les impiden conocerlo directamente, poseen una convicción profunda de Su existencia y providencia.
Nos colocó a cada uno un sistema de radar interno que nos advierte del peligro y nos garantiza intuitivamente Su cuidado, para que nunca estemos alejados de Él y no nos privemos del conocimiento de Su existencia.

La Mano que nos formó a cada uno dejó Su impronta en nuestras mentes y almas, porque Él nos hizo a Su propia imagen. El alma que Él insufló sobre esta obra de Sus Manos —nuestro cuerpo— fue grabado con algo de Su amor — Su poder creativo — Su fuerza.
Nosotros reflejamos Su eternidad, una vez que Su voluntad nos llamó de la nada, nos convertimos en inmortales — nuestra alma nunca morirá.
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"Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre." (Is. 49, 1)
Leemos en el Evangelio de S. Juan que, cuando Jesús se apareció a María Magdalena, ella pensó que era el jardinero. Su mente no estaba lista para la Resurrección y entonces oyó su nombre—" ¡María!" ¿Fue el tono de voz lo que le hizo reconocer a Jesús o fue porque el Dios-hombre lo pronunció? ¿Quizá tenía la resonante cualidad del eco lo que llegó a sus oídos? Ese nombre fue pronunciado por Dios antes de que ella naciera —antes que comenzara el tiempo. A su sonido despertó una criatura, primero salió de la nada, después salió del pecado y ahora salió de la tristeza. La primera vez que fue pronunciado, decretó su nacimiento — la segunda vez ella vino a ser —la tercera le llamó a su renacimiento, y ahora, después de la Resurrección, le llamó a reconocer a su Dios en Espíritu, en ella, en su prójimo y en la fe. Cuando un hombre pronuncia un nombre es principalmente una llamada para servir, pero cuando Dios lo pronuncia, da vida, poder, gracia y alegría. Cuando Jesús dijo, "Lázaro sal fuera", un hombre muerto resucitó; cuando Él cambió el nombre de Simón a Pedro, le dio una misión específica y el poder a un hombre. Cuando Él tronó," Saúl, Saúl, por qué Me persigues”, un hombre fue cegado de golpe, transformado y llamado con el nombre de Pablo. Qué estupendo y cuán afortunados somos; pues Dios nos llama constantemente por nuestro nombre y nos da la gracia para cambiar y responder a Su amor.
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"Fuiste tú quien del vientre me sacó, a salvo me tuviste en los pechos de mi madre; a ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios.” (Sal. 22, 9-10)
El salmista comprende que fue el Señor Dios quien lo sostuvo en Su regazo; pero su madre natural lo alimentó y lo cuidó. Ve a Dios sostener su cuerpo, dándole la fuerza y todas las funciones corporales necesarias para crecer. No debemos perder nunca de vista esta realidad. Ni por un momento, Dios ha dejado de cuidarnos, proveyéndonos y amándonos. Incluso en esas ocasiones en que parecía que otros se hacían cargo de nuestro crecimiento y cuidado —se hacía en el regazo de Dios — el cuidado amoroso de un Padre compasivo, quién nunca dejó de cuidarnos. Él lo hacía tan silenciosamente que no éramos conscientes de Su preocupación. Era como que si Su poder pudiera asustarnos o Su fuerza aplastarnos, es por ello que se ocupó de nuestra formación y crecimiento con la tal ternura y silencio. Es desafortunado que nosotros hayamos confundido silencio con ausencia y ternura con abandono.
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“Porque tú has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi madre;... Mi aliento conocías cabalmente, mis huesos no se te ocultaban, cuando era formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra." (Sal. 139, 14-15)
Sólo Dios nos conoce como somos. Cuando el Salmista dice que Dios nos conoce cabalmente, él quiere decir cada aspecto de nuestra creación, vida, talentos, temperamento y características. Él sabe las cruces que vendrían a nuestro camino y como cada una nos ayudaría a cambiar, moldear y conformar nuestra alma a Su Imagen. Como todos los padres, espera el día en que verá claramente Su reflejó en nosotros. Él nos anticipó el elegirle sobre todas las cosas y ve la gloria maravillosa que esa elección nos proporciona. Él vio la santidad que podríamos obtener, la humildad de corazón que sería como un escudo a nuestro alrededor. Él vio las lágrimas que Su amor enjugaría suavemente y las veces que se inclinaría para tomar y sostener nuestra mano cuando cayéramos en desgracia. Él vio nuestras malas elecciones y se apenó por nuestro dolor y entonces buscó maneras de sacar lo bueno de todo. Sí, nos conoció entonces, profundamente y profundamente nos conoce ahora y — todavía Él nos ama.
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".. en tu libro están inscritos los días que me has fijado, sin que aún exista el primero." (Sal. 139, 16)>
Tenemos una baja opinión sobre nosotros mismos — nuestro sentido de la justicia de Dios es muy severo — nuestro concepto de Su misericordia, pobre — nuestro gozo en Su amor, efímero. Reservamos nuestras expresiones de amor a Dios como un acto de gratitud después de algún favor recibido. ¿Cuán a menudo pensamos en el amor de Dios por nosotros antes que comenzara el primer día de nuestra existencia? ¡Con qué amor y cuidado Él nos dio a luz y determinó la longitud de nuestros días! Nosotros no somos por casualidad. Tenemos una misión que cumplir, un lugar que ocupar en Su Reino, un deber que realizar y un trabajo que llevar a cabo. Somos importantes para Dios y una parte integral de la historia de la salvación. Cada ser humano ejerce una influencia, cambia a las personas para el bien o el mal, construye o destruye, se sirve o crea oportunidades. Podemos decir ciertamente que cada ser humano cambia el mundo para el bien o el mal y el mundo no es el mismo porque cada uno de nosotros ha vivido en él. No importa cuán insignificante sea nuestro papel, la humildad de nuestra posición, o lo desconocido de nuestra contribución, cada uno de nosotros deja una marca en alguna parte de este mundo. Sin portentos Él nos elige con gran cuidado y determina nuestro curso con amor infinito. ¡Qué don es la vida!

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"El Espíritu santo te vendrá sobre ti," el ángel respondió a María, "y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra." "He aquí la esclava del Señor..., hágase en mí según tu palabra." (Lc 1, 35-38)
Qué maravillas y misterios de Dios envuelve este corto párrafo. El mundo entero esperaba, estudiaba, discernía, ayunaba y oraba por la venida del Santo. El relato de Su Encarnación es corto, pero lleno de alimento para el pensamiento. Dios envió a un ángel a pedirle a María que consintiera ser la Madre del Redentor. Él respeta el poderoso regalo que nos ha dado. Él no realizará esta maravilla de maravillas sin su consentimiento. El ángel le dijo que no temiera —su virginidad quedaría asegurada — fue el Espíritu Santo, envolviendo este precioso Templo del Señor, el que dijo "Permite que la Palabra se haga Carne." La misma Voz que cubrió con sus alas la nada y dijo, "haya luz", daría a luz a la Palabra Eterna y lo pondría en la cuna del útero de María. En el instante en que su voluntad concurrió con la Voluntad del Padre, la Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros.
Hay muchas opiniones hoy acerca de cuando un embrión se convierte en persona — un ser humano — una especie con poderes para decidir y realizar. ¿Cuándo se implanta el alma en el cuerpo de un ser humano en vías de desarrollo? Algunos dicen que cuando el corazón empieza a latir, otros cuando las ondas cerebrales comienzan a funcionar. ¿Qué dice la Escritura? ¿Qué prueba visible poseemos para resolver este misterio?
Nosotros sabemos que "Jesús fue como nosotros en todo excepto en el pecado." Debemos ver si la Palabra Encarnada en el útero del Templo Inmaculado de Dios —María—fructificó, fue poderosa —viva — una Persona Divina — Dios — hombre. La escritura nos dice que el ángel Gabriel había informado a María que su prima Isabel había concebido un hijo en su vejez. Inmediatamente después del anuncio de su propia Maternidad, " En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá. “Estamos hablando aquí de un viaje de unos ocho kilómetros — un viaje hecho por una mujer que acababa de decir su "Amén” a Dios. No había ninguna duda en su mente de que ella inmediatamente poseyó y llevó en su útero al Hijo de Dios.
Tan evidente era la Presencia Divina dentro del ella — tan poderosa y fuerte esa diminuta semilla que, en cuanto ella saludó a su prima Isabel, el niño que Isabel llevaba experimentó la fuerza de la Palabra hecha Carne. Isabel y su hijo de seis meses sintieron la Presencia de Aquel que los sacó de la nada. El Dios-hombre que había sido puesto justo un día antes en la oscuridad del seno de María Inmaculada, dio la luz de la santidad y la gracia santificante a Su viviente, pero aún no nato, Precursor. La madre y el niño sintieron una Presencia y sus almas sintieron, humildes y jubilosas. "Isabel exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?" Era ciertamente un misterio para Isabel. El Hijo Encarnado de Dios empezó la redención de la humanidad y la propagación de la Buena Nueva tan pronto como Él fue hecho Carne.
En el momento de la Encarnación, Isabel estaba en su sexto mes y Lucas nos informa que María se quedó con ella tres meses — hasta el nacimiento y circuncisión de Juan el Bautista. No hay ninguna duda de que María realizó esa visita inmediatamente después de que la Palabra se hiciera Carne. No puede haber pues ninguna duda en nuestras mentes acerca de cuando se unen alma y cuerpo para formar un ser hecho a imagen y semejanza de Dios. Es en la concepción.
Si sólo hubiera habido en María el principio de un cuerpo, sin un alma humana unida a la Divinidad, no habría habido ninguna reacción por parte de Isabel y su hijo nonato —ninguna exclamación de sorpresa por el honor de ser visitados y cuidados por la propia Madre de Dios. La maternidad empieza ciertamente cuando hay un ser completo dentro de una mujer, un ser con un cuerpo y un alma, unidos para formar juntos una persona humana. Isabel atestiguó la verdad de esta realidad llamando a María la Madre de su Señor. Ella vio dos misterios en una mirada intuitiva — la Encarnación del Mesías y la realidad de una persona totalmente humana en la concepción.
Cuándo Dios dice, "haya vida" ¿nos atreveremos a decir "no será?
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"¿O no sabéis que vuestros cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1 Cor 6, 19)
Tenemos tendencia a pensar que nuestro cuerpo es nuestro y que podemos hacer con él lo que nos gusta. Pero esto no es así. Hemos sido creados por Dios — creados como débiles seres humanos — una parte humana otra espiritual. Nuestra dignidad como seres humanos fue degradada en el principio, por el orgullo y la rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, y después por nuestras propias malas decisiones. El amor de Dios por nosotros inventó un modo de levantarnos sobre nuestra degradación — sobre nuestra propia naturaleza, y nos escogió como seres a los que Él podría llamar legítimamente "hijos". Envió a Su propio Hijo a tomar nuestra carne sobre sí — vivir y morirse como uno de nosotros y después resucitarlo de la muerte para que fuéramos liberados de la esclavitud del pecado. ¡Qué precio se pagó por alguien de naturaleza tan frágil, tan vacilante en su voluntad y tan inclinada al mal! El Gran Rey busca un campesino para elevarlo a la dignidad de un Príncipe. Cada uno de nosotros es un tipo de Cenicienta que es atraído por el Rey para vivir una nueva vida. La elección es nuestra, pero el premio es Suyo — Él tiene ya derecho sobre todo lo que somos, todo lo que poseemos. Él sólo tiene el bien para darnos. ¿Por qué preferimos tan a menudo lo que nos daña? ¿Es el derecho de escoger el bien y el mal más precioso para nosotros que la paz, la felicidad y la alegría? ¿Preferiríamos ser miserables y emplear mal nuestra libertad para elegir, en lugar de ser humildes y admitir que Dios Sabe lo que es mejor para nosotros? ¿Qué precio pagó para salvarnos y qué precio pagamos cuándo hacemos nuestra voluntad? No, nosotros no tenemos derecho a hacer cuanto deseamos con nuestra vida o con la de otros. Nuestra vida pertenece a Dios y ese Dios es bastante poderoso para mantenerla, suficientemente bueno para sostenerla y lo bastante prudente para atender todas sus necesidades.
Nuestro cuerpo, dice S. Pablo, es casa del Espíritu del Señor. Es un Templo. Profanarlo por el pecado o quitarle la vida que da el espíritu, es cometer una injusticia con Dios, los hombres y uno mismo — con Dios porque lo creó y Le pertenece, con nuestro prójimo porque necesita ver a Dios irradiar en nuestras vidas y a nosotros porque fuimos creados para ser hijos de Dios y herederos de Su Reino.
Nos olvidamos que todo lo que Dios creó es bueno. En el Libro de Génesis, para asegurárnoslo, después del relato de cada día, dice Dios "vio que era bueno." Si esto es verdad en la creación de los seres inanimados y los animales, cuánto más verdadero en la del ser humano — hecho a imagen y semejanza de Dios. Aquellas cosas que no convienen a nuestras vidas es lo que hacemos la mayor parte del tiempo, pero, incluso en estas circunstancias, Dios saca lo bueno de ellas para nosotros. El único mal en el mundo es el pecado, por el pecado se destruye y se mata, pero la gracia de Dios resucita las almas muertas y las hace nuevas por el arrepentimiento, la confesión y la absolución. Una vez más Dios puede decir, "es bueno — es muy bueno."
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"Escuchadme.... los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno, Hasta vuestra vejez. Yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os llevaré,” (Is. 46, 3) "Serás como un hijo del Altísimo, y él te amará más que tu madre,” (Eclo 4, 10). “Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré.” (Is. 66, 13). "Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?” (Is 51, 12).
Sí, nosotros no apreciamos el don de la vida. Hemos olvidado la realidad del cuidado y del amor de Dios por nosotros desde la Concepción a la muerte. Contemplamos la naturaleza como si esta obra irracional, hecha por la mano de Dios, decidiera nuestro destino — el destino de unos seres inteligentes. Buscamos en el mundo directrices para pensar y actuar. Miramos a nuestro vecino e intentamos medir sus conceptos e ideales. Buscamos guía y ayuda por todas partes y en cualquier parte, pero no nos dirigimos al Origen de nuestra vida, la Causa de nuestro ser, el Dispensador de nuestra inteligencia y la Vida de nuestro espíritu.
Algunos contemplan su nacimiento como un accidente, la vida como un mal necesario y la muerte como una resignación a lo inevitable. La visión puede nublarse tanto, por el egoísmo, las estadísticas y el orgullo, que un útero que da la vida se ha convertido en una tumba de muerte. Hay otros cuyos conceptos de la vida se estrechan, su futuro es tan desesperado y su presente tan insufrible, que la única solución a su problema es la extinción completa de esta vida. Y hay muchos que viven en un tipo de oscuro mundo — la oscuridad de lo inferior — de desesperación, sin un pensamiento sobre Dios, el amor o lo que pueda venir. Viven dentro del círculo de sus propios pensamientos, deseos egoístas y odio a sí mismos. Si aquellos que viven en estas actitudes dolorosas y frustrantes, comprendieran solo cuánto les ama Dios, cómo tienen un lugar en Sus planes, cómo cuida de ellos y desea que estén con Él en Su Reino. Ciertamente la comprensión de ser creados, sostenidos, amados y cuidados desde la concepción, en la vida y en la muerte, aseguraría la libertad a los nonatos, daría fuerza a los desamparados y confianza a los desesperados.
Dios tiene toda nuestra vida en la palma de Sus Manos — podemos descansar seguros en nuestro pasado, presente y futuro porque Él nos ama.

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15 Minutos en Compañía de Jesús Sacramentado

Quince Minutos en Compañía de Jesús Sacramentado

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?Dime su nombre, bien sea el de tus padres o hijos, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas.

Háblame así, con sencillez, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?Y para ti, ¿necesitas alguna gracia?Hazme, si quieres, como una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia.

Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad, envidia; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente, perezoso...o tal vez juzgas muy fácilmente a los demás o hablas sin caridad de ellos; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales males.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡En el cielo hay tantos justos, tantos Santos de primer orden, que en su momento tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad; y poco a poco se vieron libres de ellos. Menos aún vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, amor, amistades que te sean provechosas, paciencia, alegría, éxito en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy libremente, y deseo que me lo pidas, siempre y cuando no se oponga, antes bien favorezca y ayude a tu santificación.Hoy por hoy, ¿qué necesitas?¿Qué puedo hacer por ti? ¡Si supieras cuántos deseos tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente.

Quiero saberlo de ti. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Hay algo que quieres que haga por tu hermano, por un amigo, por tu superior? ¿Qué desearías poder hacer tú por ellos?¿Y por Mí?¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, a donde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor?Cuéntame todo, pobre alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas las heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura?¿Sientes en tu alma vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti sin que les hayas dado un motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculos a tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme?¿Por qué no me haces partícipe de ella como a un buen amigo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido una agradable sorpresa, quizás has visto disiparse algún temor o recelo, quizás has recibido buenas noticias, alguna carta o muestra de cariño. Tal vez has vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias! » El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tienes promesa alguna para hacerme?Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; pero a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿De no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma?
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como un enemigo?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que también lo es tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

El Sacramento de la Sagrada Escritura


El Sacramento de la Sagrada Eucaristía

La Eucaristía es el Sacramento que contiene verdaderamente el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad, toda la Persona de Cristo vivo y glorioso, bajo las apariencias de pan y vino.

El concilio de Trento define claramente esta verdad, fundamental para la vivencia y adoración de Cristo: " En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad. En realidad Cristo íntegramente."Como católicos, creemos que Jesucristo está personalmente presente en el altar siempre que haya una hostia consagrada en el sagrario.

Es el mismo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que andaba por los caminos de Galilea y Judea. Creemos que El viene ahora como nuestro huésped personal, cada vez que recibimos la Santa Comunión.

La Eucaristía es uno de los siete sacramentos instituidos por Cristo para que participemos de la vida de Dios. Es el mayor de todos los sacramentos, porque contiene a Cristo mismo, el Autor Divino de los Sacramentos. Hay tres aspectos o momentos en la Eucaristía.

El primero se dice real Presencia de Cristo en el altar, siempre que haya una hostia consagrada en el Sagrario. Segundo, la Eucaristía como sacrificio, que es la Misa. Y tercero, la Santa Comunión.La palabra Eucaristía, derivada del griego, significa "Acción de gracias". Se aplica a este sacramento, porque nuestro Señor dio gracias a su Padre cuando la instituyó. Además, porque el Santo Sacrificio de la Misa es para nosotros el mejor medio de dar gracias a Dios por sus beneficios.

La Sagrada Eucaristía es el verdadero centro del culto católico, el corazón de la fe. Y porque creemos que el hijo de Dios está verdaderamente presente en el Sacramento del altar, construimos bellas iglesias, ricamente adornadas.

El Sacrificio de la Misa no se limita a ser mero ritual en recuerdo del sacrificio del Calvario. En él, mediante el ministerio sacerdotal, Cristo continua de forma incruente el Sacrificio de la Cruz hasta que se acabe el mundo.La Eucaristía es también comida que nos recuerda la Ultima Cena; celebra nuestra fraternidad en Cristo y anticipa ya el banquete mesiánico del Reino de los Cielos.Por la Eucaristía, se da Jesús mismo, Pan de Vida, en alimento a los cristianos para que sean un pueblo más grato a Dios, amándole más y al prójimo por Él.Se reserva la Eucaristía en nuestras iglesias como ayuda poderosa para orar y servir a los demás. Reservar el Santísimo Sacramento significa que, al terminar la comunión, el Pan consagrado que sobra se coloca en el Sagrario y allí se guarda reverentemente. La Eucaristía en el Sagrario es un signo por el cual Nuestro Señor está constantemente presente en medio de su pueblo y es alimento espiritual para enfermos y moribundos.

Debemos agradecimiento, adoración y devoción a la real presencia de Cristo reservado en el Santísimo Sacramento.Las tumbas de los mártires, las pinturas murales de las catacumbas y la costumbre de reservar el Santísimo Sacramento en las casas de los primeros cristianos durante las persecuciones, ponen de manifiesto la unidad de la fe en los primeros siglos del Cristianismo sobre la doctrina de la Eucaristía, en la cual Cristo realmente se contiene, se ofrece y se recibe. De la Eucaristía sacó fuerzas toda la Iglesia para luchar valerosamente y conseguir brillantes victorias. La Eucaristía es el centro de toda la vida sacramental, pues es de capital importancia para unir y robustecer la Iglesia.La novena en honor del Sacramento de la Sagrada Eucaristía puede hacerse muchas veces durante el Año Litúrgico, para ahondar nuestra fe en este gran misterio de amor, centro de toda la vida sacramental de la Iglesia.

La Palabra de Dios
"Yo soy el pan de la vida.Vuestros padres comieron el maná en el desierto Y murieron; éste es el pan que baja del cielo,para que quien lo coma no muera.Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.Si uno come de este pan, vivirá para siempre;y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo…."Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre,no tenéis vida en vosotros.
"El que come mi carne y bebe mi sangre,tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el ultimo día.Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.El que come mi carne y bebe mi sangre,permanece en Mí, Y yo en él".
"Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviadoy yo vivo por el Padre, también el que me comavivirá por mí". Jn 6, 48-57
"Mientras estaban comiendo, tomo Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos dijo:"Tomad, comed, éste es mi cuerpo."Tomo luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: "bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados".Mt 26, 26-28
"Hagan esto en memoria mía".Lc 22,19

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